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  • Ángel Sánchez

La derrama económica en Japón por los Juegos Olímpicos y el golpe al turismo



A pesar de que se esperaban grandes innovaciones tecnológicas durante la inauguración de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, los problemas económicos que trajo consigo la posposición de un año, como consecuencia de la pandemia por Covid-19, no permitió que así fuese, pues pudimos observar una inauguración sencilla y más apegada hacia el lado emocional, donde solo pudimos observar unos cuántos drones y poco más.


Desde que la emergencia sanitaria a nivel mundial dio inicio, Tokio encendió las alarmas sobre la realización de los Juegos Olímpicos en el 2020. Durante julio del 2020, el mundo vivió uno de los momentos más críticos de la pandemia, por lo que las olimpiadas tuvieron que posponerse para el 2021; por cuestiones de patrocinios y de que ya estaba hecha toda la parte de publicidad bajo el nombre de Tokio 2020, el Comité Olímpico Internacional, el Comité Organizador de Tokio y las autoridades japonesas tomaron la decisión de conservar el nombre, en vez de cambiarlo a Tokio 2021, con lo cual no tuvieron más pérdidas económicas.


Con seis años de preparación para llevar a cabo los Juegos Olímpicos del 2020, Japón puso todas las esperanzas en la justa deportiva para hacerse notar como una de las economías más importantes a nivel mundial y como una potencia en el aspecto tecnológico. Sin embargo, debido a la espera de un año, el país asiático tuvo pérdidas en reservaciones de hoteles, infraestructura, mantenimiento, vuelos y, por supuesto, en mano de obra. Si este evento hubiese sido cancelado en su totalidad, según Expansión, las pérdidas económicas hubieran sido de 16,400 millones de dólares.


En marzo del 2020, a tan solo unas semanas de darse a conocer la posposición de los Juegos Olímpicos, los especialistas estimaron pérdidas económicas de hasta 75 mil millones de dólares en ingresos.


Para llevar a cabo la realización de las olimpiadas, Japón hizo una inversión por 15,400 millones de dólares. Sin embargo, el presupuesto inicial rondaba en 10,839 millones de dólares, con lo que se incrementó un 42% desde el 2013, de acuerdo con la investigación de mercado realizada por la agencia estadounidense de noticias AP. No obstante, algunas auditorías en el país nipón mencionaron que el costo real es de al menos 25 mil millones de dólares. Según autoridades japonesas, 6 mil millones de dólares fueron de fondos privados, divididos en distintas empresas.


Aunado a la inversión hecha por Japón, desde el mes de abril del 2021 se anunció Estado de emergencia para Tokio, Osaka y otras ciudades, debido a que el ritmo de vacunación no ha sido el esperado y los casos de Covid-19 continuaron aumentando, por lo que a la par anunciaron que los Juegos Olímpicos se desarrollarían sin recibir público extranjero, como una estrategia para contener los contagios.


Esta decisión implicó que el país tuviera que hacer válido el reembolso de más de 600 mil entradas para los eventos olímpicos y 300 mil para las justas paralímpicas, de acuerdo con el director ejecutivo del Comité Organizador de Tokio (TOCOG, por sus siglas en inglés), Toshiro Muto.


A inicios del mes de julio, la ministra encargada de la organización, Tamayo Murakawa, anunció que los Juegos Olímpicos tendrían que ser llevados a cabo sin público en las gradas, debido al decreto de estado de emergencia en el país nipón, por casos de Covid-19.


Ante el cierre de las gradas durante la realización de los Juegos Olímpicos, Japón tuvo que contener las millonarias pérdidas económicas, debido a que el turismo era una carta fuerte para recuperar la inversión hecha, además del golpe de tener que realizar las justas deportivas sin público.


Otro duro golpe para el gobierno japonés fue la creación y construcción de un estadio exclusivamente para la realización de los partidos de futbol durante las olimpiadas, el cual tuvo una inversión de mil 300 millones de euros y al que se le implementó tecnología de la más alta calidad para aguantar el verano en Japón y sus altas temperaturas. De esta manera, el estadio que cuenta con una capacidad para 60 mil aficionados no podrá albergar ni uno solo, lo que implica que no podrá devolver lo invertido en él.


Esta restricción provocó que los organizadores prohibieran la entrada al público local y extranjero a estadios, arenas y edificios cuya construcción tuvo un costo de más de 7 mil millones de dólares. Según la guía de apuestas Kelbet, el vacío en las gradas se traduce a pérdidas económicas por 524 mil 725 millones de euros no ingresados. Ante esto, la derrama económica esperada por 2 mil millones de dólares reflejada solo en turismo, hospedaje, comidas, transporte y souvenirs se quedó solo en un sueño.


La organización y elaboración de unos Juegos Olímpicos, no siempre ha sido redituables para los países. Por ejemplo, según una investigación de mercado realizada por la Universidad de Oxford, durante las olimpiadas de Montreal en 1976 el país canadiense se vio sumamente endeudado por treinta años, una deuda que los contribuyentes acabaron de pagar hasta el año 2006.


Hay casos de éxito como en Barcelona 1992, donde la ciudad supo aprovechar la realización de los Juegos Olímpicos para explotar el potencial de la ciudad y hacerla más innovadora y mejorar su movilidad.


Por otra parte, la misma innovación que trajo las construcciones en Río de Janeiro 2016 fueron reflejadas en pérdidas económicas. Inclusive, algunos edificios como la Villa Olímpica fueron abandonados y quemados por los habitantes.


Así, Tokio 2020 pasó de ser unos juegos esperanzados en innovaciones tecnológicas, a los Juegos Olímpicos más costosos de la historia, los cuartos juegos olímpicos en ser pospuestos, los primeros en no albergar público y todo como consecuencia de la pandemia por Covid-19, dando como resultado una caída anual de 1.4% del Producto Interno Bruto de Japón, según la investigación de mercado realizada por la empresa SMBC Nikko Securities.

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